18.12.07

Un fin de semana en la luna


Sabíais que en la luna se pueden encontrar librerías, desayunos caseros y polifonías de lugares lejanos?

Las temperaturas que hacen que el agua cambie de estado nos dieron la bienvenida y unas murallas nos protegían de la soledad y de las llanuras. Y allí dónde van a morir las arias de Haendel vimos florecer la grandeza de la creatividad humana.

Formas regulares que no lo parecen, cuando el sonido y el ruido parecen una división infantil que solo dementes diferencian, nos encontramos juntos, en la luna, y vemos en el fondo de los nuestros ojos el recuerdo de cuando tu y yo éramos uno, cuando el cardo y la rosa eran compañeros de piso, cuando el viento hablaba con las piedras y estas se reían con sus bromas diáfanas. Vivíamos conjuntamente porque el arroz que tenia los cinco sabores nunca se olvidaba de pedirle al paladar que le devolviera el cambio.

De ninguna manera el tiempo pasaba, pues este no existía, simplemente lo tocábamos, lo palpábamos cantando y moviéndonos.

Conocí allí a una chica de pelo oscuro y ojos hondísimos que me susurraba al oído cuan interesante le parecía lo diferente que yo era, le gustaba decirme que le parecía exótico ver como cubría mi piel con trapos de colores que dejaban que muy poquitos trozos de mi piel conversaran con el sol. Se reía cuando le decía que iba a comprar una botella de agua y que esta me había costado setenta y cinco céntimos, pues el oro no tiene tanto valor y con él podría llenar una piscina. Le gustaba hacerme cosquillas con las palabras que repetía justo después de que yo empezara a decirlas. Me descolocaba continuamente.

Me contó que su hermano elefante estaba enfermo, pues nadie le escuchaba y estaba tremendamente triste, ella le cantaba canciones, le contaba cuentos, pero estaba desanimado y no quería moverse de su lecho. Solo se movía para ir a la cima de una colina cercana para ver salir el sol y al lado opuesto para ver como se ponía y así oler lo que algún día él fue.

Rezamos juntos una tarde entera. Nos sumimos en la mas profunda y sincera plegaria para animar a su hermano y este nos regaló una sonrisa de agradecimiento y se echó de nuevo en su austero lecho.

Tomamos el puente aéreo para volver a la tierra al mediodía, y vimos desde allí, a medida que ascendíamos, como las cosas iban haciéndose más y más grandes, cada vez podíamos ver mejor dónde estábamos, de dónde veníamos, dónde vivíamos, dónde nos criamos, dónde crecimos. Y con esta vista de pájaro y después de un largo sueño reparador de líneas discontinuas que iban pasando, llegamos de vuelta a la tierra.

Me gustaría ir a la luna más a menudo, para que mi amiga siguiera prestándome sus ojos y siguiera riéndose de mis excentricidades. Me gustaría seguir oliendo la música como lo hicimos entre cráteres y mares secos. Me gustaría acompañar a su hermano elefante a ver como el sol nace i muere cada día, y fundirme con él para siempre.